Parecía mentira. Parecía una pesadilla. Pero es la realidad que nos ha tocado vivir. Cómo joven, e hija de emigrantes recuerdo como mi abuelo me contaba historias de cuándo un buen día cogió las maletas y cruzó el Atlántico. Cruzó el Atlántico en busca de un destino mejor que por aquel entonces, la dictadura española y la pésima situación no le permitían. Al final lo consiguió, pero a base de mucho esfuerzo e historias de vida que ni siquiera se atrevió a contarme.
Yo escuchaba aquellas historias. Y pensaba lo duro que habría podido ser, pero nunca creí que fueran a ser una experiencia a tener en cuenta de cara a mi propio futuro. Por mala suerte, y sobre todo por una mala gestión que se ha hecho de nuestro país, así ha sido, y es que cada vez son más los que vuelven a hacer las maletas e irse en busca de un destino mejor.
En los últimos tres meses, nada menos que 40.000 jóvenes han tomado un avión. Un avión que les lleva a un futuro mejor, pero también desconocido. Y que la única diferencia que hay con aquella generación de nuestros abuelos, es que ahora ya no somos mano de obra barata, somos en general jóvenes preparados, con estudios e idiomas, la que se decía la generación más preparada de España. Más preparada sí, pero sin duda con menos futuro.
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