Finalmente el ejecutivo español ha anunciado la temida subida del Impuesto sobre el Valor Añadido, todos lo conocemos como el IVA. Una subida que pasa del 18% al 21% y del 8% al 10% el reducido. Y por supuesto esta inminente inflación tendrá una serie de efectos sobre todos directamente al consumidor de a pie.
Cuando en una economía deprimida un impuesto como el IVA se incrementa, las familias y empresas disminuyen el gasto que dedican a sus compras. El IVA es un impuesto que se aplica a los consumidores de manera indirecta, ya que son ellos quienes soportan este tributo, aunque los empresarios y fabricantes sean los obligados a ingresar sus cuotas a Hacienda. Ese porcentaje que deben aumentar termina añadiéndose en el precio final del producto o servicio. Por tanto, es el consumidor final quien hace frente a la subida.
Con esta nueva subida lo que se conseguirá es que, consumir los mismos productos a un precio más elevado hace que todos los ciudadanos vean reducido su poder adquisitivo. Evidentemente perjudica directamente a los que tengan menos ingresos. Además, la subida tendrá como consecuencia una desigual redistribución de la renta y aumento de las diferencias sociales.
Para que nos entendamos, afectará en especial a los colectivos con menores ingresos, como pueden ser los 18,4 millones de mileuristas, entre los que se encuentran pensionistas, asalariados y autónomos. Y los que cuentan con un menor nivel de ingresos ya que deberán dedicar una proporción mayor de su renta para la compra de productos o servicios, y eso supone un mayor empobrecimiento.
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